Ya estoy viejo. Como Nicodemo, sobrevivo sumergido en la noche del desencanto y la resignación. Es cierto que todavía mantengo vivas esas ascuas de esperanza y rebeldía que, según se dice, es lo último que se pierde. Y aquí estoy junto a Jesús, sentado y encorvado como el pensador de Rodin.Jesús dice cosas muy extrañas. Habla de uno que bajó del cielo y de que solo él puede subir al cielo, el Hijo del hombre. El descenso concluye con una elevación, que es el comienzo de su subida al cielo. Moisés colocó una serpiente de bronce en un estandarte y la levantó a la vista del pueblo doliente, de modo que cuando una serpiente mordía a uno, miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado. Del mismo modo, afirma Jesús, tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna…
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